Esa es la sensación que lleva recorriendo mi mente desde el día #1 de mi historia cuyo fin aun desconozco pues la fatiga mental que supone no saber sobre ella, me hace pensar demasiado en los por qué y busco ocupar mi cabeza de pensamientos que necesiten de toda mi atención para así pensar de nuevo en vez de perderme en su recuerdo.
La he visto en varias ocasiones, si, pero siempre distante, fría, con un escudo creado por la soledad de su dolor. Un escudo que usa cada vez que intento acercarme a ella y me cierra las puertas antes si quiera de que pueda vislumbrarlas con claridad.
Un escudo que ella misma a creado de el dolor que ha pasado para que no se vuelva a dar un nuevo caso que provoque uno igual en mucho tiempo negando así oportunidades, quizás, por demasiado tiempo.
Y espero... espero.... espero... pero no puedo abrirme a ella.
No puedo decirle lo mucho que la quiero, que cada vez que cierro los ojos, lo suyos se reflejan en mis párpados, que cada vez que respiro el aire me trae su fragancia y solo la puedo esperar
Eso es lo que hago ahora, esperar y comerme la cabeza a cada segundo, más. Y espero una señal, una sola y diminuta señal de luz , una grieta en su escudo a través de la cual poder sacarla y demostrarla que la tormenta ya ha pasado y de nuevo brilla el sol en el cielo y así, abrir mi pecho en canal para darla aquello que ya es suyo: mi corazón
Pero mientras tanto, necesito de mi propia cárcel, de mi propia soledad y de mi optimismo, cada día más consumido, pero siempre, con ganas de seguir adelante en el camino que he escogido, MI camino... seguir siempre adelante con lo que he dicho.
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